Oda a aquellas conversaciones en la camilla.
Hay personas que no lo saben y nos marcan. Yo esta se lo dedico a ella.
El peor dolor de espalda me trajo a Anna.
Anna era mi fisioterapeuta y nos reíamos mucho cada vez que iba a verla que en su momento llegó a ser más de dos veces a la semana. Llegamos a un nivel de confianza que podía conocer mi nivel de dolor por la cara que ponía al llegar o, mejor dicho, por mi mirada, ya que nos conocimos sin vernos las caras y con mascarilla. A veces ese dolor era sólo físico, otras veces ese dolor traía otro peso… y ella lo sabía ver.
Anna, tanto te recomendaba unos ejercicios de estiramientos (que a mí me salvaron y creo que ya me podrían convalidar fisioterapia) como unas gotas de pasiflora para calmar la ansiedad o un remedio natural para poner orden y concentración a mi cabeza.
Anna y yo nos reíamos mucho, demasiado. A veces hasta llegar al nivel de tener que parar la sesión por la risa (culpa mía que soy muy payasa). y qué mejor terapia que esa. Sé que la iba a ver por mi espalda pero realmente, era un momento de pasarlo bien.
Durante las sesiones, hablábamos de muchas cosas y, si nos quedábamos sin temas, tanto nos preguntábamos por el libro o serie de la semana, como un “qué piensas de esta situación…” filosofando de la vida, la amistad y el hacerse mayor... y a mí me encantaban esos 45 minutos de confidencias, bromas e historias.
Todas las historias que llevo estos años sin escribir, se las contaba a Anna, y ella me decía “Emma, si las escribieras, yo las leería”. Y allí plantó la semillita del runrún de volver a escribir.
Un día me preguntó, con esa curiosidad un tanto infantil y honesta que me encanta: “tú miras las fotos antiguas en tu instagram?” Y le contesté que no, que mi cuenta de instagram era sobre todo parte de mi trabajo y que, aunque son fotos bonitas, no tienen tanto peso emocional.
Pero un día me puse a mirar las fotos de mi cuenta, en la que ya hace casi dos años que no publico nada nuevo, y me di cuenta de que mi atención y mis sentidos no se iban a la imagen, ya que no me importaba tanto; se iban al texto, a la historia que quería contar.
A día de hoy, y notando extrañamente el paso del tiempo últimamente de una forma extraordinaria, sí que me sorprendo a veces ojeando el carrete de mi móvil con mis fotografías más personales, reviviendo momentos del pasado. Cuando me mudé a mi pisito en Gracia, Holly de bebé, mis sobrinos creciendo, mis amigos, aquellos viajes… cada momento acompañado de un corte de pelo y una canción (como buena millenial).
Todo aquello son momentos que ya pasaron a la Historia, esperando ser contada en algún momento cuando venga al caso. Te acuerdas de aquel día que… Esto lo compré cuando fuimos a…
Esas historias, algunas de ellas, se quedaban hasta hace poco entre las cuatro paredes de la consulta de mi fisio, Anna. Pero ella ya no está, se fue a escribir su propia historia que estoy convencida le irá muy bien.
Y ahora, mis historias huérfanas quieren salir. Y yo, con ganas de escribir, me he decidido a escribirlas para que, si algún día le llegan a ella, las pueda leer, tal y como me dijo.
Gràcies Anna, aquí tens les histories que volies llegir. I’ll do my best.
Qué te recomiendo?
Pues si te gusta escribir, te recomiendo que escribas y, sobre todo, que te rodees de personas que de alguna forma te inspiren. Así conocí a Pat, escritora de Unplugged y quien me recomendó Escribe hace poquito. No lo he leído todo pero no sé, de alguna forma hablar de escritura me ha inspirado y motivado a escribir más.
La pregunta
Esta pregunta te la hace Anna y su curiosidad: ¿Tú miras las fotos del pasado? (mi añadido sería, ahora que hacemos tantas fotos de todo: ¿Tú miras realmente las fotos del pasado?
Aish que no había visto que recomendabas Unolugged ☺️ mil gracias por esto. Nos lo pasaremos genial en Escribe.
Y nooo, no suelo mirar las fotos del pasado. ¿Debería?